¿Qué pasó realmente la víspera de la Nochebuena de 1888 en el pequeño poblado provenzal de Arles entre aquellos dos genios del arte moderno llamados Vincent van Gogh y Paul Gauguin? Eso nunca e sabrá debido al pacto de silencio acordado entre ambos artistas. Lo concreto es que la policía encontró a Van Gogh sangrando con su oreja –o lóbulo- cercenados. Pocas horas antes el vehemente pintor le había llevado aquel trozo de su propia carne a Rachel, su favorita entre las prostitutas del lugar. La historia ha registrado que el mismo Van Gogh se autoinflingió el corte. Sin embargo el pasado año los investigadores alemanes Hans Kaufmann y Rita Wildegans publicaron un libro en el que afirman que habría sido Gauguin quien tarjó la oreja de Van Gogh, con un espadín que siempre llevaba como autodefensa. Sea como haya sido, lo cierto es que aquella noche terrible –podríamos decir- marcó el grado zero de la gran pasión humana que envuelve al arte moderno en su radical concepción.
El gran holandés había crecido en un entorno familiar de clérigos y marchants. Su tío favorito Cent le dio empleo como art dealer cuando él sólo tenía 16 años y lo envió a Londres. Allí adquirió una imaginación Victoriana y aprendió de Dickens y de los cartonistas e ilustradores Punch que cierto que caricatural puede ser más intenso que el estricto realismo. Luego de varios colapsos nerviosos y un amor fallido, Van Gogh decide trasladarse a París en 1874 pero pronto está otra vez en Holanda
tratando de ser Ministro religioso. Sin embargo en 1879 aceptará –ante la presión de su hermano Theo- que su único y auténtico destino está en la pintura y el dibujo. Hacia 1886 –a los 32 años-se establece en París y allí sus ojos se abrirán a la luz de los petits boulevards y al magnífico color de los Impresionistas. Afirma Debora Silverman: “Su motivación es escencialmente religiosa, pero ésta no es una opción racional o formal, sino la profunda interiorización de una experiencia mística. Brillante verdolaga , extraños ácidos azules y amarillos raros campestres: El sol de París como
una conseja campesina”. Quedaron atrás los oscuros cuadros de los comedores de papas –modelados por Millet- que sin embaro marcarían la revolución del arte moderno: Van Gogh le otorga dignidad estética a desmañados y proletarios temas, como el de unos viejos y destartalados zapatos, por ejemplo. En ésto tiene mucho que ver su formación literaria: Maupassant, Zola, Balzac, Hugo y Flaubert. Van Gogh se convertirá en el narrador pictórico de su propia condición. Sus colapsos nerviosos lo colocarían en cierta insania mental pero entonces su corazón tomaría la posta de la luz de su verdad más pura y humana.
El experimento de la comunidad artística entre Van Gogh y Gauguin fracasó después de un primer momento de gran camaradería y feliz inspiración. Pero en el camino de su absoluta soledad –la de todo gran artista verdadero- Van Gogh encontró la forma, la textura y el color de su propuesta universal. Sus Noches estrelladas, sus Cipreses, su Café Nocturno ó sus Girasoles contribuyeron – decisivamente- a la fundación de la autonomía del lenguaje artístico, hacia los albores el siglo XX. Es decir, la pintura no tiene necesariamente que tener un referente en el mundo real:
la pintura es un mundo aparte, con sus propias leyes internas y su expresión y existencia autónomas.Las cartas de su último año de vida nos demuestran la aceptación de su aislamiento interior – no sólo por estar en el asilo de Saint Remy- sino por sentirse frente a la noche especial en contacto directo con la música de las esferas. “Uno debe comprender la medida de su exacto destino” –escribió.
En esos días Van Gogh tuvo la certeza o la intuición de que en el futuro-en otro posible mundo- él tendría miles –millones- de lectores y de espectadores de su obra. Hoy comprobamos la verdad de su profecía: la de un poeta con extensa e incomparable visión. Van Gogh se suicidó en 1890. El arte de su locura es sagrado.
[Roger Santiváñez, 19 de abril de 2010, junto al río Cooper, New Jersey]
La cultura es dinámica y no tiene fronteras. Desde hace siglos se conocen comisiones e intercambios internacionales en las artes. Vincent van Gogh, nacido en Holanda, vivió gran parte de su vida en Francia y fue influenciado fuertemente por el impresionismo francés. Su principal fuente de inspiración fue el paisaje francés con su intensa luz solar y colores vivos.
La internacionalización del arte sigue incrementándose. Las culturas cambian y se transforman en contacto con otras culturas. Cada vez más se nomina la propia fuerza cultural como motor del desarrollo humano.
En la política cultural internacional del Gobierno de los Países Bajos se aplica la reciprocidad, Holanda en el extranjero y el extranjero en Holanda. El intercambio cultural internacional provoca inspiración mutua que nos enriquece en varios aspectos. El punto de partida sigue siendo el valor intrínseco de la cultura. A partir de esta fuerza se puede construir puentes hacia otros aspectos de la sociedad y hacia otros países y culturas.
En el proyecto “Interpretando a Van Gogh” que desembocó en la exposición “Celebrando a Van Gogh” vemos justamente esto: un pintor holandés del siglo 19 que sirve de inspiración a los artistas peruanos del siglo 21 para que interpreten a la vida y arte de Van Gogh desde su propia identidad cultural y conceptos artísticos. ¿De qué manera Van Gogh interpretaría la neblina limeña, los colores de los mercados locales o la rugosidad de la Sierra? ¿Cómo se puede representar sus obras en una versión actual?
Vincent van Gogh como uno de los más grandes pintores de la historia, ha aportado a los fundamentos del arte moderna. Su inspiración está anclada profundamente en el arte contemporánea. Es interesante ver qué escala fantástica de nuevas expresiones ha originado esta exposición y espero que a otros también pueda servir de inspiración.
Barend van de Heijden
Embajador del Reino de los Países Bajos.
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